Panópticon o Museo Nacional
Hace rato no le daba el tour completo al Museo Nacional. De hecho mis últimos recorridos en este bello edificio se habían limitado al espacio destinado a las exposiciones temporales que generalmente se ubican en el primer piso, a la derecha de la entrada principal. Por ello sentí una particular emoción.
Eso… y el hecho de imaginarme que semejante recinto repleto de obras de arte, era antes una cárcel. Con rejas, con hostilidades, con sangre, con insultos, con susto. Increíble. Un panóptico convertido en símbolo cultural de un país y de una ciudad.
De WIKIPEDIA, la enciclopedia libre
El panopticón es un centro penitenciario ideal diseñado por el filósofo Jeremy Bentham en 1791. El concepto de este diseño permite a un vigilante observar (-opticón) a todos (pan-) los prisioneros sin que éstos puedan saber si están siendo observados o no.
La estructura de la prisión incorpora una torre de vigilancia en el centro de un edificio anular que está dividido en celdas. Cada una de estas celdas comprende una superficie tal que permite tener dos ventanas: una exterior para que entre la luz y otra interior dirigida hacia la torre de vigilancia.
Cuatro siglos de pintura europea
Mi visita sin embargo estaba relacionada a la reciente muestra organizada por el banco español denominado BBV, en la que se recogían una variedad de obras europeas realizadas entre los siglos XV y XVIII. Allí se encontraban entre retratos, paisajes, bodegones y naturalezas muertas. Nada demasiado emocionante, pero motivo suficiente para reunir a muchas familias, que aprovechando la temporada de vacaciones se agolparon en el museo. Fascinante ver a pequeños y grandes recorriendo dichosos las salas y salones.
En especial me agradaron unos telares persas que cubrían piezas en oro de culturas arábicas. Así mismo me llamaron la atención unas vistas de canales comerciales tal vez de los países bajos. Muchos marchantes y un aura de puerto bastante bien logrados.
En cuanto a la curaduría. Me pareció que estaba hecha por profesionales. Lo digo por el cauteloso manejo de los rieles y sus luces para evitar cualquier deterioro en las pinturas.
Además habían instalado dos cuartos con libros y catálogos. Deliciosos espacios invadidos de una luz proveniente de los tragaluces cenitales. Daban muchas ganas de hacer bocetos y tomarse su tiempo para leer y empaparse del contexto de la exposición.
En fin. Buena ida al museo. Un museo particularmente bello en el cual me encanta tomarme mi tiempo para deambular y tal vez, si tengo tiempo, tomarme un café al aire libre.
¿Novedades?
Un recorrido histórico por las artes gráficas de nuestro país. Una pequeñísima en la que se logra visualizar el proceso visual de los grafistas desde principio de siglo hasta los años 60. Lamentable que no se incluyan muchos colectivos que hicieron un gran aporte en los años treinta. No recuerdo nombres. Se los quedaré debiendo, con sus respectivas imágenes.
Eso… y el hecho de imaginarme que semejante recinto repleto de obras de arte, era antes una cárcel. Con rejas, con hostilidades, con sangre, con insultos, con susto. Increíble. Un panóptico convertido en símbolo cultural de un país y de una ciudad.
De WIKIPEDIA, la enciclopedia libre
El panopticón es un centro penitenciario ideal diseñado por el filósofo Jeremy Bentham en 1791. El concepto de este diseño permite a un vigilante observar (-opticón) a todos (pan-) los prisioneros sin que éstos puedan saber si están siendo observados o no.
La estructura de la prisión incorpora una torre de vigilancia en el centro de un edificio anular que está dividido en celdas. Cada una de estas celdas comprende una superficie tal que permite tener dos ventanas: una exterior para que entre la luz y otra interior dirigida hacia la torre de vigilancia.
Cuatro siglos de pintura europea
Mi visita sin embargo estaba relacionada a la reciente muestra organizada por el banco español denominado BBV, en la que se recogían una variedad de obras europeas realizadas entre los siglos XV y XVIII. Allí se encontraban entre retratos, paisajes, bodegones y naturalezas muertas. Nada demasiado emocionante, pero motivo suficiente para reunir a muchas familias, que aprovechando la temporada de vacaciones se agolparon en el museo. Fascinante ver a pequeños y grandes recorriendo dichosos las salas y salones.
En especial me agradaron unos telares persas que cubrían piezas en oro de culturas arábicas. Así mismo me llamaron la atención unas vistas de canales comerciales tal vez de los países bajos. Muchos marchantes y un aura de puerto bastante bien logrados.
En cuanto a la curaduría. Me pareció que estaba hecha por profesionales. Lo digo por el cauteloso manejo de los rieles y sus luces para evitar cualquier deterioro en las pinturas.
Además habían instalado dos cuartos con libros y catálogos. Deliciosos espacios invadidos de una luz proveniente de los tragaluces cenitales. Daban muchas ganas de hacer bocetos y tomarse su tiempo para leer y empaparse del contexto de la exposición.
En fin. Buena ida al museo. Un museo particularmente bello en el cual me encanta tomarme mi tiempo para deambular y tal vez, si tengo tiempo, tomarme un café al aire libre.
¿Novedades?
Un recorrido histórico por las artes gráficas de nuestro país. Una pequeñísima en la que se logra visualizar el proceso visual de los grafistas desde principio de siglo hasta los años 60. Lamentable que no se incluyan muchos colectivos que hicieron un gran aporte en los años treinta. No recuerdo nombres. Se los quedaré debiendo, con sus respectivas imágenes.
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