04 diciembre, 2006

Carlos Castro / Galería La Cometa



Llovía. Bueno, en realidad, empezaba a llover. Tres gotas a lo sumo. Pero no me arriesgaría a estropear mi nuevo corte de pelo ni el magnífico peinado que logró esta vez Juan Gabriel. Y qué mejor refugio para evitar la destrucción del retoque análogo de mi rostro que darse una pasada por la última exposición individual de Carlos Castro, curada por Eduardo Serrano. -Quien con Jaime Cerón cubren la curaduría, crítica y juicio del 90% de los eventos plásticos de la ciudad. Qué tristeza. Hacen falta más gestores y más expertos para evitar el monopolio de la opinión.-



El caso es que este joven artista se ha puesto de moda, está en boca de varios y es uno de los más buscados de su generación. Por eso mi interés.



La muestra me pareció buena. Solo buena. Nada del otro mundo. No es algo que punce realmente. Es más bien algo reflexivo cuyo verdadero aporte es la puesta en cuestión de dos mitos que no dejan de atormentarnos: el estilo y la originalidad. Porque el oficio artístico contemporáneo se basa en la resolución de problemas visuales y comunicativos y no en la consagración de una formula carcelaria y nunca antes vista.

He ahí lo que me atrae de este joven. Su sinceridad a la hora de producir. Merecido éxito. Un gran pintor, gran dibujante, gran escultor, y por ende gran artista que se dedica a poner sus pericias al servicio de ideas simples.

Para mí, al reflexionar sobre la obras de artistas super-extra-consagrados (¿jacanamijoy?, ¿Botero?. ¿Obregón? ¿Damien Hirst?) la inteción es pedir a gritos:¡Hay otros! ¡Se los prometo! ¡Muchos otros! ¡Demasiados más! Solo es ir un poco más allá.

Los cortes en color de las paredes, aunque me recordaban tal vez las tiendas deportivas, eran elementos demasiado pesados para realmente aportarle al concepto de lucro indecente. Lo mismo para el empapelado apropiado de Antonio Caro que mezclado con las dos “obras mediocres”, no hicieron sino recordarme la mala curaduría de “marca registrada”. La parte de los acuarios muy sobria. Y la bienvenida con esta pierna un tanto lampiña me parece una sutil invitación para seguir adelante.





Adicionalmente pude oír a Carlos en mi programa de televisión favorito (radiocity). Me pareció un tipo sensato que por sus otras ocupaciones me demuestra que es alguien comprometido con la causa. Como todo joven, hablaba un poco rápido y con demasiadas muletillas para saber que su obra ha madurado totalmente.

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