14 febrero, 2008

Máximo Florez/ Anverso Reverso



Como de costumbre la Galería Casas Riegner tuvo una gran afluencia de gente en una de sus noches inaugurales. Artistas, curadores, jóvenes, políticos y muchos burgueses parecen tener marcados estos eventos como una cita obligada de entre su apretada agenda. Al menos para mí y mi marido sí lo son. Y no veo nada de malo en ello. Salvo las caras en alto, la hipocresía de cóctel y ciertas miradas por encima del hombro. Es como si mis compañeras “féminas” y sus ilustres esposos no recordaran que fuimos campeonas de barras mientras los apoyábamos a ellos en cuanto aburrido partido de fútbol. Pero así es el mundo del arte. Yo misma lo aplico para encajar a la perfección. Saludo con una leve mueca de desprecio que se refleja automáticamente en mi ceja izquierda y me retiro con gracia para no entrar en charlas aburridas.

Esta vez la cita era con la más reciente muestra individual de Máximo Flórez, el joven bumangués que nos ha venido deleitando con delicados “telares” geométricos que hila con una minuciosidad absurda dentro de cajas y marcos, creando así composiciones tridimensionales bellísimas. Hay en su obra una calma vital y un orden tan relajante que te puedes quedar horas mirando como en un letargo casi poético.



Anverso. Reverso. Como el tiro y el retiro. Como la portada y su contra. Como el dentro y el fuera. Reflexión más que adecuada cuando se habla de tejidos o costuras. Es como cuando volteamos un parche o algo cosido y nos damos cuenta que tiene toda una armazón posterior que permite ver algún motivo en positivo. Sí. Positivo y negativo. Ese hubiera podido ser el título de la exposición. Aunque era en extremo obvio. Prefiero el anverso y el reverso. Gran logro de Florez que logra una contundente exposición con no más de 12 o 13 obras, todas impecables, y un espectacular video que hizo las delicias de los asistentes.





Ver más allá de lo que tenemos frente. Saber que para ver algo hermoso se necesita un detrás de cámaras o un proceso menos bello. Una pre-producción, unas bases, unos cimientos que son más importantes que el resultado final. Esa es una de las consignas que se podrían proclamar luego de analizar esta muestra. Ese y muchos más son los alcances de este mal llamado op-art, construído con hilos, manchas de pintura y ocasionalmente algún haz de luz. Sencilla reflexión. Compleja obra.



De entrada mi hija, que no tuve con quien dejarla en casa, corrió a acariciar el cojeno. Duró horas entendiendo que era de mentiras. Entonces se puso de pie. Gruñó con un puchero inexplicable y me dijo: “Está muerto… No se come los dulces.”. Así acabo la noche para ella que indignada, no solo por lo del roedor sino por que su altura no le alcanzó para ver las diferentes cajas, cruzó los brazos y se aposentó enfurecida en uno de los bellos escalones que conducían a la no tan gratificante investigación de Wilger Sotelo. Luego hablaré de eso y del leve tintineo sonoro que ando dejando tras de mí, con mis puntiagudos tacones y mis críticas constructivas.

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