2 x1 / Galería El Garaje
En los últimos dos meses decidieron desfilar por el espacio del garaje, que por cierto ahora tiene varios graffitis a la entrada (toda una rareza para una zona tan exclusiva de Bogotá) dos mujeres artistas, dos posibles divas, dos detallistas, dos personas distintas pero unidas por una generación.
Por un lado se tomó la pasarela Adriana Ramírez con sus esculturas/dibujos en alambre, mostrando para mí dos discursos: el primero tiene que ver con los alcances de la línea en términos tridimensionales y el segundo con un discurso que vira hacia la añoranza de la delicadeza femenina. Recién entré me llevé una grata sorpresa al ver que el montaje era mucho más sobrio de lo que me esperaba y descubrí objetos que me resultaron menos ‘cursis’ que en ocasiones anteriores. Inmaculadas cajas blancas de zapatos reemplazando los tradicionales pedestales le daban un toque muy especial a la muestra. Algunos ganchos solitarios me hablaban mucho más que ciertas zapatillas o tacones. Inclusive el aviso de mastercard a la entrada me hacía sentir que estaba viendo arte contemporáneo. Ambos discursos alcanzan a presentirse. Eso está bien. Aunque el del dibujo me parece que se convierte cada día más en una fórmula. Con respecto a lo femenino creo que hay una obra que aunque jamás la compraría, habla muy bien del tema y es aquella que hace alusión al día de la boda. Un trabajo minucioso y de impecable factura que sin embargo advierto puede llegar a rayar con lo decorativo, artesanal o inclusive ‘lobo’. Habría que tener cuidado con eso. En este caso Ramírez hizo una buena pasarela.
Opuesto en el montaje y la limpieza fue la muestra de Cristina Ochoa. Un Gabinete, como ella misma lo llama, de curiosidades. Cientos de pequeños objetos, collages, dibujos, ‘pendejaditas’ varias que llenaron las cuatro paredes del Garaje e incluso alguna esquina. Como en cualquier posible miscelánea artística creo que se encontraban piezas interesantes y algunas otras un tanto aburridas o simplemente menos llamativas. Es el riesgo que se corre cuando se intenta hablar de todo y de nada. Entre las piezas que más me llamaron la atención estaba una caja típica de anillo en donde yacía inerte como en una tumba, una moneda con un alto relieve que gritaba PIENSA! Una pieza concreta e impactante a pesar de su tamaño. Menos imponente pero igual de llamativo me pareció un dibujo/collage que mostraba un zapato rojo y una espiral en hilo amarillo. Tenía algo de poesía. En todo caso el mayor problema es pretender introducir tantos elementos dentro de un mismo tema. Valdría la pena depurar, escoger, planificar y marcar una ruta de desfile más clara que permita así mismo una lectura de la muestra más eficaz. Me entristece que aquellos collages bidimensionales de formato medio, un poco más clásicos dejaron de ser tan precisos y contundentes como lo eran antes.
Por un lado se tomó la pasarela Adriana Ramírez con sus esculturas/dibujos en alambre, mostrando para mí dos discursos: el primero tiene que ver con los alcances de la línea en términos tridimensionales y el segundo con un discurso que vira hacia la añoranza de la delicadeza femenina. Recién entré me llevé una grata sorpresa al ver que el montaje era mucho más sobrio de lo que me esperaba y descubrí objetos que me resultaron menos ‘cursis’ que en ocasiones anteriores. Inmaculadas cajas blancas de zapatos reemplazando los tradicionales pedestales le daban un toque muy especial a la muestra. Algunos ganchos solitarios me hablaban mucho más que ciertas zapatillas o tacones. Inclusive el aviso de mastercard a la entrada me hacía sentir que estaba viendo arte contemporáneo. Ambos discursos alcanzan a presentirse. Eso está bien. Aunque el del dibujo me parece que se convierte cada día más en una fórmula. Con respecto a lo femenino creo que hay una obra que aunque jamás la compraría, habla muy bien del tema y es aquella que hace alusión al día de la boda. Un trabajo minucioso y de impecable factura que sin embargo advierto puede llegar a rayar con lo decorativo, artesanal o inclusive ‘lobo’. Habría que tener cuidado con eso. En este caso Ramírez hizo una buena pasarela.
Opuesto en el montaje y la limpieza fue la muestra de Cristina Ochoa. Un Gabinete, como ella misma lo llama, de curiosidades. Cientos de pequeños objetos, collages, dibujos, ‘pendejaditas’ varias que llenaron las cuatro paredes del Garaje e incluso alguna esquina. Como en cualquier posible miscelánea artística creo que se encontraban piezas interesantes y algunas otras un tanto aburridas o simplemente menos llamativas. Es el riesgo que se corre cuando se intenta hablar de todo y de nada. Entre las piezas que más me llamaron la atención estaba una caja típica de anillo en donde yacía inerte como en una tumba, una moneda con un alto relieve que gritaba PIENSA! Una pieza concreta e impactante a pesar de su tamaño. Menos imponente pero igual de llamativo me pareció un dibujo/collage que mostraba un zapato rojo y una espiral en hilo amarillo. Tenía algo de poesía. En todo caso el mayor problema es pretender introducir tantos elementos dentro de un mismo tema. Valdría la pena depurar, escoger, planificar y marcar una ruta de desfile más clara que permita así mismo una lectura de la muestra más eficaz. Me entristece que aquellos collages bidimensionales de formato medio, un poco más clásicos dejaron de ser tan precisos y contundentes como lo eran antes.
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