15 diciembre, 2009

Interiores. Por Iván Rickenmann



De antemano debo decir, y no es porque lo conozca y sea una gran persona, que siempre me han fascinado, por diversas razones, las pinturas de Iván Rickenmann. En esta ocasión mostraba algunos de sus últimos trabajos en la Galería Mundo. Como siempre, poniendo en evidencia los detalles de cosas tan simples y corrientes como una toma de luz, unos cables o una de esas cajitas metálicas para almacenar grageas medicinales. Pinturas inmensas que inevitablemente te atrapan y te hacen recorrerlas con ese ojo pesquiso del espectador hambriento. Siempre impresionan los detalles pictóricos y los efectos para generar el desgaste de lo ahumado en las ranuras de los mecanismos eléctricos. Rescato además el riesgo que ha tomado Rickenmann al variar el formato del soporte para convertir sus pinturas en objetos tridimensionales. Es una muestra sencilla, que dice lo que tiene que decir y lo dice de forma pausada y neutra. Como te lo diría cualquier enchufe si te hablara de pronto. Quisiera sin embargo empezar a ver como esto se puede llegar a tranformar y evolucionar en una propuesta curatorial y museográfica mucho más arriesgada y contundente, que ponga a dialogar todos esos objetos en ese plano íntimo que propone el artista. Esto, claramente sin dejar la exquisitez de su pintura. Creo que es alejarse un poco de esa linealidad del cubo y de la galería que a veces aletarga inevitablemente la mirada.

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