13 septiembre, 2010

Nuestro lugar favorito



El ambiente recreado por Angélica Teuta en la Alianza Francesa del centro lejos está de ser mi lugar favorito. Tal vez pueda ser el de muchos, pero el mío no lo es. Y tenía una expectativa enorme luego de leer que dicha intervención tenía como referencias artísticas el maravilloso paisajismo desarrollado durante décadas por Seurat o la obra Reflecting pool, un hermosísimo y en extremo poético video realizado por Bill Viola en 1979. Pero cuando llegué, estresada como lo he estado por diversas razones, cubierta en polvo por las eternas obras de la carrera 3ª y angustiada por la posibilidad del constante atraco bogotano, me llevé una no tan buena sorpresa. Ni los puffs en colores chillones, ni las palmeras poco exóticas, ni mucho menos las franjas de color que se proyectaban sin gracia en el techo, lograban volverme el alma al cuerpo. Y les aseguro que lo intenté. De hecho lo necesitaba. Necesitaba de ese oasis que me habían descrito. Pero más allá de lo ingenioso del mecanismo y de la intención poética de Teuta no encontré mayor cosa. El sonido arrullador de las pequeñas fuentes era neutralizado por el cuchicheo de la gente en la cafetería y lo que prometió ser una imagen anti-claustrofóbica, igual o más bella que muchas de las anteriores, se vio limitada a un celofán proyectado. Poca curaduría de parte de un Santiago Rueda que selecciona de lo mejor pero que sin embargo no parece dialogar con el artista ni proponer soluciones reales para las muestras. ¿En algún momento habrán hablado al respecto? ¿Habrán tomado decisiones respecto al montaje? ¿Hubo discusión? ¿El texto apeñuscado en la columna era de aposta?

Y juro, para no ser injusta, que lo intenté. Pero no lo sentí. La obra no lo lograba. Pero tenía toda la pretensión del mundo. Habrá que intentarlo de nuevo hasta lograrlo. Desistir no es una opción.



La fotografía atrae más que la realidad.

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