08 abril, 2007

De Marta Traba a Lolita Franco



¡WHAAM! (Como la obra de Roy Lichtenstein). Esa es la primera imagen que se me viene a la cabeza cuando pienso en el funesto accidente aéreo en el que perecería la mujer de mundo, la novelista olvidada, la dueña de la exclusiva dona del arte y la principal figura del acontecer crítico de nuestro país: Marta Traba.

Ya de eso hace 23 años. Época en la cual yo recién había terminado mi carrera de Bellas Artes en la Universidad Nacional y me preparaba para trasladarme a Londres, en donde estudiaría una maestría en Arte contemporáneo, nada más y nada menos, que en el Sotheby’s School of Art, filial de la afamada casa de Subastas. Estaba entre orgullosa, nerviosa y ansiosa. Toda mi vida había soñado con ser la predecesora de Traba y la nueva imagen de una crítica narrativa mucho más clara y concisa. El destino aguardaba. Pasaron dos años y ya había visto muchas más imágenes que cualquier crítico que esté en vida. Millones y millones de obras que desfilaron por mi retina como alientos de vida e interruptores históricos.

Mis primeras reseñas fueron para revistas de bajo perfil que circulaban en ciertos espacios culturales londinenses. Así mismo se publicaron artículos de carácter internacional tanto en el periódico El Tiempo como en El Espectador. Fui testigo de la crisis de la revista Arte en Colombia para la cual colaboré con particular tesón durante más de cuatro años de mi vida, hasta ver como todo se desmoronaba y lo que era un bello espacio para la actividad literaria se convertía en un paquín publicitario. Fui invitada por la Revista Diners para participar en su 40 aniversario y ayudar en la curaduría de la respectiva exposición en la tradicional Galería del mismo nombre. Eso por nombrar solo un par de actividades que me han mantenido ocupada por las últimas dos décadas. Siempre escribiendo y participando en un sin-número de proyectos editoriales que con suerte han florecido y ayudado así sea en una mínima proporción al leve renacer cultural de nuestro país. De perfil bajo para evitar los impertinentes ataques de una traicionera jauría de lobos como lo es la del mundo del arte. Mundo un tanto patético, snobbista, hipócrita y vanidoso. Un mundo en donde predomina la mala cara, la actitud intelectual, las miradas de reojo y no el buen sentido estético, la promoción objetiva o la verdadera discusión de ideas.

Ideas van, ideas vienen. Personajes surgen, personajes se opacan. Ya Gloria Zea no es la impulsora del bellísimo espacio diseñado por Rogelio Salmona para albergar una de las instituciones más prestigiosas del siglo XX como lo fue el Museo de Arte Moderno. Eduardo Serrano luce viejo y desgastado. Después de su lucha por reemplazar a Marta no quedó sino un recuerdo lúgubre de su paso por el Museo. Jaime Cerón pretende estar en todo pero no pasa de ser la imagen cliché del crítico de arte que se pavonea orgulloso con su abrigo de plumas y terciopelo. Muchos periodistas intentan hacer un esfuerzo, pero todo se queda en reseñas informativas o investigaciones demasiado puntuales y de interés especializado. Intentos como los de Santiago Rueda son valiosos pero no dejan de ser un oasis en el acontecer local. Nadie lee realmente a los ganadores del premio Nacional de crítica haciendo de estos textos una herramienta única y exclusivamente para expertos. De hecho autores como Natalia Gutiérrez o el mismo Andrés Gaitán solo son conocidos en el medio y no por un público más general. Y así hay muchos más, Ana María Escallón, Ivonne Pini, Carmén María Jaramillo, José Rocca, etc., ninguno, con el ímpetu, el amor y las agallas de Marta Traba.

Y para eso estoy aquí. Para poner en marcha una nueva etapa en el arte local. Para reemplazar a investigadores mediocres y escritores mamertos. Estoy aquí para dar a luz un proyecto crítico que cumpla con el verdadero propósito de la crítica: criticar. Todo con la verdad, sin pelos en la lengua y con el cariño de quien ha llorado o reído a carcajadas al ver una imagen. Porque un oficio que me engallina la piel a diario merece un esfuerzo titánico para ser cambiado. Porque estamos cansados de una rosca insólita y de unos personajes insulsos y egoístas. Por que después de Marta Traba y sus brillantes pero exclusivistas textos, están las narraciones ligeras de Lolita Franco. Por eso caminaré despampanante haciendo sonar mis tacones, previendo para el arte, el mejor de los futuros. Porque llevamos más de treinta años excusándonos bajo la afirmación de que en Colombia no hay crítica de arte, y yo por mi parte, ya me harté de ello. Quiero lengua suelta, mucha lengua suelta.

5 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

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9 de abril de 2007, 5:44:00 p. m. COT  
Anonymous Anónimo dijo...

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9 de abril de 2007, 5:47:00 p. m. COT  
Anonymous Anónimo dijo...

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10 de abril de 2007, 11:07:00 p. m. COT  
Blogger Lolita Franco dijo...

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11 de abril de 2007, 12:45:00 a. m. COT  
Anonymous Anónimo dijo...

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13 de abril de 2007, 10:44:00 p. m. COT  

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