La doble negación de Delcy Morelos
Hace ya un tiempo que Delcy no mostraba obra en Bogotá. Y bien, lo ha hecho de nuevo sin mayores escándalos ni parafernalia. Esta vez presenta una obra impecablemente minimalista que cubre todas la paredes de las dos salas que posee la Galería Alonso Garcés. Se trata de unas mallas rígidas en colores 'minerales' que dan la sensación de telares o tapetes y hechos a partir de latex, grasa y otros materiales orgánicos que contrastan con el orden geométrico de la rejilla. De nuevo la problemática gira entorno a la violencia, a lo matérico, a ese olor a vida mezclada con humillante muerte pero con unas piezas cada vez más sobrias y puntuales en donde se evidencia no sólo la constante abstracción de la forma sino también inconscientemente del contenido.
Mi opinión: me confunde. Me incomóda. Me perturba. Luego me dirán que esa es precisamente la intención que busca, que ese es el estado de letargo gaseoso al que pretende conducir al espectador y que incluso el ambigüo título es prueba de ello, pero aún así, no me convence del todo. Me aburre. Me pasma. A estas propuestas solo las redime la palabra. Y esta, adornada del lenguaje en espiral de la ética contemporánea y una gramática de filósofo existencial. Eso me preocupa, y más, cuando se inscribe en un mundo real donde el arte contemporáneo es un gusto adquirido por quienes se dicen, sin serlo, intelectuales.
Lo extraño sin embargo es que las piezas, vistas como pinturas escultóricas son magníficas. La paleta es única y las texturas suntuosas. Es un trabajo plástico excepcional.
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