05 agosto, 2009

Alÿs y Warhola frente a frente



Ubíquese usted en la esquina de la carrera cuarta con calle número once mirando hacia el occidente de la ciudad. A mano derecha, justo pasando la bella iglesia Candelaria, tendrá la Biblioteca Luis Ángel Arango y frente a ella, a mano izquierda, el Museo del banco de la República con su respectivo Juan Valdez y ese empalagoso ambiente de ciudad cool. La Luis Ángel, cuna de infinidad de libros y demás contenedores de valiosa información, parece aburrida e incluso tediosa de visitar. El museo, en cambio, posee esa gracia del catálogo reducido, del aire “Light” y de la señalética con diseño de vanguardia.

Y bien, en el recinto de la derecha, entre libros y motores de búsqueda, justo al fondo de la recámara principal, se encuentra, sin temor a equivocarme, una de las muestras más refrescantes, valiosas, importantes y dicientes de los últimos años en Bogotá. Poco anunciada, levemente promocionada y carente del inefable carisma Pop se yergue vigorosa esta muestra, un sincero retrato del arte de nuestros días y del hacer contemporáneo. Un producir caracterizado por sustentar de manera lógica gran cantidad de proyectos inútiles así como una terca actitud hacia el ocio bien invertido. Porque alguien, y qué mejor que los artistas, deben vivir la vida y registrar cualquier insignificante problemática mientras los demás ocupan escritorios y se ahorcan con corbatas.

A mano izquierda, les recuerdo, la exhuberancia, la extravagancia y el pujante poder de la imagen, caricaturizado con enormes pendones de vacas amarillas sobre fondos violetas que anuncian la grandilocuente muestra de Andy Warhol. Aburrido.

Al frente en cambio, en esa casa republicana, testigo de nuestra merecida independencia, nos sorprenden las absurdas pero encantadoras acciones de Francis Alÿs, un mexicano cansado de ser belga que para divertirse y entender el mundo se ha dedicado a demostrar la eficaz inutilidad del arte. Un escarabajo que no logra subir una polvorienta pendiente, un niño que patea incesantemente una lata mientras camina, trescientos hombres moviendo a pala una colina y un hielo gigante que se derrite en el asfalto hasta convertirse en una diminuta marca de agua, son sólo algunas de las obras que se pueden apreciar entre registros de video, notas en papel, apuntes de bitácora y fotografías informales. Es algo genialmente común y corriente soportado por una curaduría pertinente que desentraña los trayectos o ideas imperantes dentro de la compleja producción de este artista. Temáticas aisladas que el propio Alÿs no logra entender muy bien pero que gracias a la muestra y su recorrido toman esa lógica del “ensayo” bien escrito.

Al Sur, pasando la calle, las mismas imágenes serigrafiadas e intervenidas por Warhola y que ya he visto alrededor de mil y un veces, ya sea en Internet, en revistas, en libros, en marqueterías, en restaurantes, en la calle o en alguna toalla vía Silvania-Girardot. Huelo y siento un olor a fama que sobrepasa la obra e incluso la muerte. Una popularidad misteriosa que hace que incluso en un país lejano, en una ciudad hispana, esta vedette del siglo XX se quede inevitablemente con todos los elogios, con toda la prensa, con todas las restricciones (no chicle, no celulares, no fotos) y lo más triste, con todos los visitantes. Niños, adultos, jóvenes, adolescentes y ancianos se agolpan por la puerta trasera a hacer una pequeña fila para poder recorrer sin vuelta atrás los dos pisos que acogen las ‘obritas’ de Andy.

Yo por mi parte me quedo con Política del ensayo ya que sin duda alguna prefiero hacer el máximo esfuerzo en aras de obtener el menor resultado. Porque son esas constantes pruebas y repeticiones, fracasos y éxitos las que tienen sentido. Un proceso en el que cada línea en un papel, cada pequeño bosquejo que le da vida a una idea, cada planimetría y foto de campo proporciona una información valiosa que además transmite las ansias por entender algo, cualquier cosa. Y no sólo eso. También cuestionar nuestro lugar en el mundo y plantea una mirada crítica frente a las acciones cotidianas y no tan cotidianas. Mr América? Supongo que eso no me dice nada. Y aún así, sé que la gran mayoría de los bogotanos seguirán inevitablemente yendo y dejando por fuera de su itinerario cultural lo maravilloso que tienen justo al frente.

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