De vuelta / 2010
A medida que pasan los años me voy dando cuenta que me encanta vivir en Bogotá. A pesar de que el exterior siempre me recibe con sus brazos bien abiertos y sus extraordinarias postales ajenas a mi cotidianidad, no logro coinciliar la idea de no regresar pronto. De hecho el motor de cada viaje, por corto que este sea, siempre es esa formidable sensación de volver a casa y retomar la rutina. Como si todas las travesías sólo se justificaran por volver al dulce hogar y tomar el café, como todas las mañanas, junto a mi marido mientras comentamos los peligros que representa el nefasto personaje que tenemos por presidente, la dolorosa catástrofe que azotó inclementemente a Haití, o cualquier otra actualidad que se destaque en la prensa. Al rato aparecen mis hijos apurados con sus mochilas al hombro, sus cordones a medio amarrar y esa picardía infantil de quien no quiere ir al colegio. Son cotidianidades minúsculas que con el paso del tiempo se empiezan a apreciar de sobre manera. Y más, después de un largo viaje por otras tierras.
Como siempre, las primeras semanas del año son lentas y parsimoniosas. Aunque muchos de los calendarios y programaciones ya están definidas de antemano, siempre toma un tiempo retomar las acciones culturales. En especial para las instituciones (con sus burocracias y procesos) que sin embargo siempre extienden sus exposiciones de final de año hasta febrero del siguiente, como dándole una última oportunidad a los procastinadores. Las galerías en cambio, retoman actividades más pronto y abren poco a poco sus puertas y sus nuevas muestras. Y el espectador ansioso y ávido de retomar sus visitas, acude agusto como en búsqueda de esa droga que le habían quitado a cambio de pavo, regalos y aburridas cenas de fin de año. Las primeras en lanzarse al agua fueron La Nueveochenta y la pequeña nueva sede del garaje. Próximamente lo harán El Museo, Casas Riegner, Mundo, entre muchas otras. Así mismo me llamó la atención que el ameno restaurante En Obra tendrá en su rutina una serie de Martes de arte. Así están las cosas. Con pistones a marcha lenta pero prestos para sincronizarse poco a poco como una veloz locomotora.
Lo más esperado: la decisión final del jurado del Luis Caballero el próximo 5 de Febrero. ¿Qué estará pensando Luis en su tumba? Me lo pregunto porque alguna vez que hablé con él, cuando yo aún era casi una niña, a ninguno se le ocurriría pensar que un año después de su muerte, se implementaría un importante premio que llevaría su nombre, y mucho menos que en él, más de diez años después, se disputarían su reputación 6 video-artistas, instaladores, fotógrafos, arquitectos o performers contemporáneos. De seguro Caballero no entendería nada. Pero los tiempos van cambiando en una evidente búsqueda de adaptarse a un mejor entendimiento del mundo. Yo por mi parte, de haber sido jurado, habría estado en la encrucijada de otorgarle el premio a Luis Fernando Ramírez o a Nelson Vergara. Creo que no me habría decidido nunca.
Eso por ahora. Aquí estoy de nuevo, feliz de haber vuelto y atenta a lo que nos depara el año 2010 y sus excentricidades artísticas.
A gusto en Bogotá... Lolita Franco.
1 Comentarios:
``De seguro Caballero no entendería nada. Pero los tiempos van cambiando en una evidente búsqueda de adaptarse a un mejor entendimiento del mundo.``
Claro que él entendería, pero la mayoría de esas cosas simplemente le parecerían una estupidez.
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