29 noviembre, 2009

X Bienal de Bogotá



Lamentablemente, y dijo lamentablemente, porque yo soy de las que le sigo teniendo fe al Museo de Arte Moderno y quisiera que retomara su lugar ejemplar en el panorama cultural de Bogotá, sólo tengo un adjetivo calificativo para la X Bienal de Bogotá: floja, muy floja. Aún con recursos para los artistas participantes, esta muestra no da la talla.

Aparte de los videos de Nelson Vergara, del proyector rotatorio de Angélica Teuta y del rally de dibujo de taller 7 liderado por José Antonio Suárez (más por la idea que por como fue exhibido), esta exposición deja muchísimo que desear. Lo que se pretendía un espacio de diálogo entre obras contemporáneas relacionadas con el viaje, se convierte en una disuelta muestra de investigaciones horriblemente montadas y una que otra pieza suelta que no vale la pena ni ver. Cosas a medio hacer y a medio resolver, se confunden en enunciados incoherentes y confusos. En la mayoría de las propuestas hay un evidente vacío en cuanto a la síntesis y la concreción de ideas.

De hecho yo siempre he pensado que el arte tiene la increíble capacidad de provocar la más grande felicidad pero así mismo la peor de las depresiones. El sábado 21 de Noviembre salí profundamente deprimida. No le hablé en toda la tarde a mi esposo y sólo por la noche luego de horas y horas de desasosiego volví a pronunciar palabra. Tenía hambre.

Al otro día me armé de valor y fui a contemplar la instalación de Tatzu Nishi, invitado de Japón en el marco del proyecto “lugares comunes”. Una maravillosa intervención que permite ver la cruz de la iglesia San Francisco como parte de un mobiliario íntimo. Volví a tener una sonrisa en mi rostro.



Lo único cierto es que el Mambo necesita urgente un potentísimo aliento de vida y una reestructuración intensa para ponerse a la altura de lo que está pasando en el circuito de arte contemporáneo actual.

26 noviembre, 2009

El trazo del fuego

La última vez que fui a Cuba me dio una enorme sensación de desasociego al ver a un pueblo desilusionado y ajeno a lo que les tocó vivir. La pérdida de esperanza y el estancamiento hacen de muchos de los cubanos unos tristes mártires de su propia historia. Es como entrar en un espacio de incertidumbre, suspendido en una época pasada e incierta.

Hablo de esto ya que hace varias semanas la Galería La Cometa trajo a Bogotá a una serie de artistas contemporáneos cubanos a exponer en su lujosa sala de la décima con 94A. Para promocionar la muestra vi algo que es poco común en este medio y es que pegaron carteles en los postes y en las paredes de varios sectores de la ciudad, tal como lo hacen los productores de conciertos, eventos y demás actividades o campañas publicitarias. Esto es entretenido ya que convocan a su espacio no sólo a conocedores y compradores, sino a otro tipo de público. Rompe con el tradicional envío de mails e invitaciones físicas, que de seguro hicieron, pero que no salen a hablar directamente con el transeúnte desprevenido. Qué bueno.

Aquí se dieron cita Yoan Capote, René Peña, Felipe Dulzaides, The Merger, Esterio Segura, Fernando Rodríguez y Adonis Flórez. Todos de una generación intermedia que se acerca a los 40 años de edad. ¿Y qué ví? Ví mucho de ese desasosiego del que hablaba. Ví mucho de esa poética del olvido y la incertidumbre.



En especial me llamó mucho la atención una escalera-mecedora de color blanco, completamente afuncional que se erige hacia el techo a sabiendas de que no llegará a ningún lado. Una pieza sobria y contundente que describe poéticamente un camino sin final, un extremo sin distancia, una geografía sin límites pero arbitrariamente limitada.
Contemplativas las fotografías “claro oscuras” de René Peña, cuyas figuran de baja saturación salen de un hoyo negro para gritar auxilio. Las ampliaciones y el montaje impecables. Prefiero aquellas de colores poco vibrantes y opacos. Y me llamó particularmente la atención cómo una de las fotografías me remitía inconscientemente a una pintura de Grau.



Un pinocho supremamente mentiroso, con su nariz estirada cual super héroe de acción, parado sobre una enorme cantidad de libros, también fue una de mis piezas favoritas. Salvo por la tela colgada al frente en dónde un tanque pintado de modo expresionista se enfrentaba a la escultura. Creo que hay ahí un choque innecesario que problamente el artista necesite para validadr un discurso, sin darse cuenta que el muñeco por sí solo esta comunicándolo todo. Son de esos errores que los artistas, en su ensimismamiento y en su miedo al fracaso, cometen y luego justifican. Pero no es más que eso. Miedo a que la sencillez de una pieza hable por sí sola.



Por último me gustaría hablar de las fotografías de soldados. Unas imágenes supremamente bien retocadas y que apelan a la otra cara del combatiente. Al otro pensar del que se somete a la estupidez de la guerra.

En general trabajos sencillos, muestra de un trabajo consciente, de varios años y con un contexto específico que aunque sutilmente visible, existe. Interesante la propuesta de La Cometa que se arriega trayendo obras de unos artistas de especial trayectoria pero poco conocidos en nuestro país. Haría sin embargo una crítica a la puesta en escena, a la narración o curaduría, que nunca toma riesgos, ni nos propone otra mirada más allá de recorrer la sala con los ojos puestos a 150 cms del piso y haciendo un recorrido lineal. Lo digo sobre todo porque ese es un espacio bellíismo con mayores posibilidades de montaje que hay que aprovechar. Además de que siempre dejan unas obras a la vista que nada tienen que ver con al propuesta temporal. Cuidado. En ese casa hay que poner a dialogar mejor las cosas o dar explicaciones de recorrido.