31 agosto, 2009

El polvo mágico de Bruguera



El arte político es como cualquier otra discusión política: inútil. Todas las partes tienen argumentos tan válidos y respetables que el hecho de tomar partido nos hace lucir como verdaderos idiotas. Por eso espero que dejémos de ser una sociedad tan repleta y acongojada de sumos idiotas.

24 agosto, 2009

Extra 13: La triste realidad de la mala gestión cultural



En días pasados se anunció que una muestra iba a ser vetada por referirse de manera burlesca al mandatario venezolano Hugo Chávez. Otra perla de nuestros ignorantes y macondianos países. Pero lo interesante de esto, además de la absurda imposición a este arte inofensivo (ojalá se resuelva), es la mala racha que se le ha venido encima a mi colega y "gestora" Maria Elvira Pardo, que con su falta de carisma y denunciado mal trato a los artistas jóvenes que tanto "apoyaba" (según me cuentan tan sólo frente a los medios) parece haber perdido el poco poder que le restaba y su alianza expositiva con el convenio Andrés Bello. Yo sólo espero que estos años le hayan servido para ahorrar lo suficiente ya que dudo que la empresa privada vuelva a poner en sus manos proyectos y premios de 100 millones. La prueba es que nadie oyó del premio Botero. Quisiera saber que dirán las malas lenguas de todo este asunto.

Robledo // Teuta // Casas Riegner

Dos generaciones bastante distantes han sido unidas por la misma obsesión: la luz.



Víctor Robledo, a sus 60 años sigue siendo un fotógrafo silencioso, introvertido e incluso huraño, con una parsimoniosa mirada hacia lo que estando presente, no suele hacerse presente. Y es eso precisamente lo que presenta. Cuatro series de fotografías que yo diría son contemplativas, tres de las cuales son extremadamente bellas y poéticas en su sencillez y que además transmiten esa larga espera de la cámara, el trípode y el ojo, y una cuarta que lamentablemente me parece pésima, fallida y que tan sólo me recuerda a los ingenuos virados de estudio mediocre o ejercicio universitario para entender de qué se trata un virado. Una muestra que si no fuera por estas imágenes de reflejos sobre el agua, químicamente manipulados hacia un color, no tendría una mala crítica. Pero la muestra la componen todos los objetos, piezas y detalles que en ella se muestran. Y esas obras puntualmente son malas y le restan valor a las otras, que en cambio son valiosas, están bien ampliadas y atrayentemente colgadas.







En el piso de arriba, una joven muy joven, de tan solo veinticuatro años acude también a la luz como recurso e inspiración, pero desde un punto de vista ‘tecnológicamente artesanal’. Se trata de una serie de cajas oscuras, trucos de proyección e ilusionismos físicos para entender conceptos básicos sobre la refracción de la luz y sus ases. Una muestra acertada, con un título divertido y que deja entrever síntomas claros de talento pero a su vez enormes brotes de ingenuidad, adolescencia y falta de madurez. Lo digo porque aunque en general esta muestra es un acierto, posee varios desaciertos puntuales. Por ejemplo dejar tan al azar (paisajes, árboles, universo…?)) las imágenes que rotan en los view-Masters disfrazados en cartón, es algo injusto con el espectador. No basta con el truco, hace falta el resultado. Es como utilizar la mejor y más novedosa cámara del planeta para terminar filmando una película mala y en donde incluso la imagen luce pobre. También vi algunos detalles sueltos que no me gustaron en el montaje, como una mala unión del dry-wall con un cable a la vista, y que lamentablemente, el switch que activaba al pájaro enjaulado, ya no funcionaba. Pero nada de esto es grave. Lo que es seguro es que el trabajo resulta más atractivo cuando cada detalle está resuelto a consciencia. Hablo en particular de los proyectores de opacos que con elementos sutiles generan esas vistas anti-claustrofóbicas tan refrescantes y especiales. Los pájaros colgando y sobrevolando son absolutamente maravillosos.



Dos muestras interesantes pero a las cuales había que hacerles, inevitablemente, un buen par de jalones de oreja

17 agosto, 2009

Dos muestras distantemente opuestas

Hay una creencia popular según la cual los polos opuestos se atraen. Así, caprichosos, como imanes torpes que se chocan sin cesar. Y aunque de seguro en el amor esto debe de tener algo de cierto, yo prefiero pensar y creer en las relaciones entre personas compatibles y que tan sólo con mirarse a los ojos se vuelven inevitablemente cómplices. Aunque esto no tiene en realidad mucho que ver con mi nota de hoy…
Lo cierto es que en la Galería Cuarto Nivel, que insisto, bajó al segundo nivel, acaban de mostrarse dos exposiciones individuales tan lejanas y distantes como un matrimonio mal cultivado.
Por un lado se presentó, hace más de un mes, la muestra fotográfica de Karim Estefan, un joven fotógrafo bogotano dedicado en particular a hacer retratos junto con una reportería social muy contemporánea. El título de la exhibición era ‘Paisajes imposibles’ y se trataba de una serie de ‘close-ups’ o ‘macros’ de diferentes flores, muy al estilo, para que se hagan una idea, de los fondos de escritorio que traen por defecto (según dicen mis hijos) los ordenadores personales. Imágenes inherentemente bellas e impactantes tanto por lo vibrante del color como por el formato medio escogido. Imágenes que sería imposible que no exaltaran los sentidos pero que sin embargo no dicen nada más allá de esa evidente poética visual. Se convierten en pinturas fotográficas impecables, lúcidas y sensuales, pero que bien podrían ser del periodo moderno. Lo digo por lo expresivo de sus composiciones, por la riqueza de las texturas y por la variedad de detalles enfocados y desenfocados. Sentí entonces la presencia de un hombre sensible, atado a posturas románticas y al placer de la imagen por la imagen, pero no necesariamente una reflexión contemporánea sobre algún problema en particular. Para ser justa, digamos que esa era la idea.



Este mes en cambio, y ahí es cuando no entiendo muy bien la postura de muchas de las galerías en Bogotá (cuya estrategia parece ser: ‘en la variedad está el placer’), presentan una mirada hiper-reflexiva, política, de un artista joven con todos los vicios del arte nacionalista contemporáneo y sus temas clichés. Me refiero a la exposición de Andrés Buitrago, Sín Título/Colombiana, que reúne una serie de piezas que se habían visto en diversos certámenes de manera independiente y que finalmente conforman una sola obra. Se trata a su vez de un vistazo crítico a la idea de identidad patria en nuestro país y al interés por afianzarlo mediante el uso de un pequeño ‘pin’ con la forma de un aguila y que se ha vuelto el objeto recurrente que simboliza a toda la nación. Esto sumado a otros guiños hacia los íconos y paisajes que como colombianos nos unen. Una curaduría sencilla, un tanto obvia, que cumple con los requisitos para ser una muestra eficaz y apropiada, pero que a mí particularmente, me aburre. Si estuviera de jurado como profesora universitaria le daría de seguro una buena calificación ya que como formula funciona pero lamentablemente como obra de arte no me cambiaría mucho la vida. Ni la tendría muy en mente, ni la recordaría como un ejercicio grato o realmente lúcido.



Parece entonces que los polos opuestos de cierta forma si se atraen hasta llegar al centro. Por que son dos muestras que están bien hechas, bien curadas, bien montadas y bien resueltas pero que no estremecen realmente. Están en la media natural de un arte inofensivo. La una por excesivamente bella y despampanante y la otra por pretender ser tan interesante que pierde la deliciosa astucia intelectual e investigativa de la que se pretende.

05 agosto, 2009

Alÿs y Warhola frente a frente



Ubíquese usted en la esquina de la carrera cuarta con calle número once mirando hacia el occidente de la ciudad. A mano derecha, justo pasando la bella iglesia Candelaria, tendrá la Biblioteca Luis Ángel Arango y frente a ella, a mano izquierda, el Museo del banco de la República con su respectivo Juan Valdez y ese empalagoso ambiente de ciudad cool. La Luis Ángel, cuna de infinidad de libros y demás contenedores de valiosa información, parece aburrida e incluso tediosa de visitar. El museo, en cambio, posee esa gracia del catálogo reducido, del aire “Light” y de la señalética con diseño de vanguardia.

Y bien, en el recinto de la derecha, entre libros y motores de búsqueda, justo al fondo de la recámara principal, se encuentra, sin temor a equivocarme, una de las muestras más refrescantes, valiosas, importantes y dicientes de los últimos años en Bogotá. Poco anunciada, levemente promocionada y carente del inefable carisma Pop se yergue vigorosa esta muestra, un sincero retrato del arte de nuestros días y del hacer contemporáneo. Un producir caracterizado por sustentar de manera lógica gran cantidad de proyectos inútiles así como una terca actitud hacia el ocio bien invertido. Porque alguien, y qué mejor que los artistas, deben vivir la vida y registrar cualquier insignificante problemática mientras los demás ocupan escritorios y se ahorcan con corbatas.

A mano izquierda, les recuerdo, la exhuberancia, la extravagancia y el pujante poder de la imagen, caricaturizado con enormes pendones de vacas amarillas sobre fondos violetas que anuncian la grandilocuente muestra de Andy Warhol. Aburrido.

Al frente en cambio, en esa casa republicana, testigo de nuestra merecida independencia, nos sorprenden las absurdas pero encantadoras acciones de Francis Alÿs, un mexicano cansado de ser belga que para divertirse y entender el mundo se ha dedicado a demostrar la eficaz inutilidad del arte. Un escarabajo que no logra subir una polvorienta pendiente, un niño que patea incesantemente una lata mientras camina, trescientos hombres moviendo a pala una colina y un hielo gigante que se derrite en el asfalto hasta convertirse en una diminuta marca de agua, son sólo algunas de las obras que se pueden apreciar entre registros de video, notas en papel, apuntes de bitácora y fotografías informales. Es algo genialmente común y corriente soportado por una curaduría pertinente que desentraña los trayectos o ideas imperantes dentro de la compleja producción de este artista. Temáticas aisladas que el propio Alÿs no logra entender muy bien pero que gracias a la muestra y su recorrido toman esa lógica del “ensayo” bien escrito.

Al Sur, pasando la calle, las mismas imágenes serigrafiadas e intervenidas por Warhola y que ya he visto alrededor de mil y un veces, ya sea en Internet, en revistas, en libros, en marqueterías, en restaurantes, en la calle o en alguna toalla vía Silvania-Girardot. Huelo y siento un olor a fama que sobrepasa la obra e incluso la muerte. Una popularidad misteriosa que hace que incluso en un país lejano, en una ciudad hispana, esta vedette del siglo XX se quede inevitablemente con todos los elogios, con toda la prensa, con todas las restricciones (no chicle, no celulares, no fotos) y lo más triste, con todos los visitantes. Niños, adultos, jóvenes, adolescentes y ancianos se agolpan por la puerta trasera a hacer una pequeña fila para poder recorrer sin vuelta atrás los dos pisos que acogen las ‘obritas’ de Andy.

Yo por mi parte me quedo con Política del ensayo ya que sin duda alguna prefiero hacer el máximo esfuerzo en aras de obtener el menor resultado. Porque son esas constantes pruebas y repeticiones, fracasos y éxitos las que tienen sentido. Un proceso en el que cada línea en un papel, cada pequeño bosquejo que le da vida a una idea, cada planimetría y foto de campo proporciona una información valiosa que además transmite las ansias por entender algo, cualquier cosa. Y no sólo eso. También cuestionar nuestro lugar en el mundo y plantea una mirada crítica frente a las acciones cotidianas y no tan cotidianas. Mr América? Supongo que eso no me dice nada. Y aún así, sé que la gran mayoría de los bogotanos seguirán inevitablemente yendo y dejando por fuera de su itinerario cultural lo maravilloso que tienen justo al frente.