18 agosto, 2008

Desaparecidos/Mambo

Nombres de la talla de Cildo Meireles, Luis Camnitzer, Arturo Duclos y Oscar Muñoz hacen parte de la lista de artistas latinoamericanos convocados por Laurel Reuter para hacer parte de la exposición ‘Desaparecidos’ que se presenta actualmente en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.



Hacía un buen tiempo que ninguna de las exposiciones del museo de Gloria Zea me provocaba siquiera la motivación de escribir unas palabras. Pero esta y sus pesos pesados me sedujeron inevitablemente.

Aunque me niego a validar del todo las propuestas que se valen de los problemas sociales para provocar reacciones, creo que la gran mayoría de piezas que presenta esta muestra se distinguen más por la poesía visual que por el amarillismo del conflicto. Lo advierto porque es una distinción complicada de hacer en un contexto en donde hacer arte con esa responsabilidad social y política se ha vuelto una fórmula de enormes dividendos.

A la entrada, unos inocentes retratos hechos en técnicas mixtas (aguadas, carboncillo y pasteles) intentan recrear una suerte de diario de rostros despojados de vida y libertad. Un poco sucios y no del todo contundentes. Hubiera preferido ver una bitácora o unas hojas sueltas. Una sensación similar me dieron las fotografía de Manuel Echavarría en dónde la macro superficie roída de unas piezas de cerámica pretender infundir dolor y piedad. No lo logran.

Luego todo cambia con un clásico de Meireles. Unas botellas de Coca-Cola con inscripciones revolucionarias que nos demuestran la posibilidad de una inclusión casi fantasmagórica de mensajes subliminales dentro de los productos más masivos del mundo. Un poco de su propia medicina. Es jugar el mismo juego que juegan las multinacionales pero a la inversa, adoptando la misma estrategia comunicativa pero con fines reflexivos y de ‘conscientización’. Maravillosa la línea de retratos fotográficos en blanco y negro alternados con espejos y que nos recuerdan que todos podemos ser víctimas de la guerra y que hace tres décadas muchos conocidos desaparecieron misteriosamente por ideas absurdas y gobiernos tenebrosos. También destaco la mayoría de piezas del segundo piso, en especial la serie de intervenciones con un stencil de una bicicleta y unas fotografías intercaladas con diálogos y frases muy dolorosas de quienes han sufrido alguna prisión mental o física.





Lamentable el hecho de ver algunas grietas y humedades en los techos del museo, así como paredes a medio pintar en lo que se supone es una exposición de muy alto nivel y con un montaje que debería ser impecable. No lo es. Luce a veces con un aire
decadente.

14 agosto, 2008

Fundación cu4rto nivel

Lamentablemente la Galería Cu4rto Nivel, ahora fundación, pasó del piso cuarto del Centro de Diseño Portobello al piso número dos. Periódicamente han ido perdiendo espacio y hoy día se han relegado a un local un poco más pequeño. Es algo triste sabiendo que el lugar inicial se caracterizaba por una mejor entrada de luz y una mayor amplitud. Pero así son las cosas en este país. El presidente, un ‘loco en el poder’, caracterizado por su posición de derecha y sus actitudes desmedidas, tiene un 90% de popularidad y sigue en ascenso como si se tratara de un redentor insaciable. Gloria Zea lleva incontables décadas en la cima del poder cultural y Botero aún se cree Picasso. Son eventualidades de nuestra patética rutina. Por eso nada raro es que una Galería que se caracteriza por hacer un trabajo serio, que además incita a la reflexión y a la investigación, deba luchar con lo más filoso de sus uñas para mantenerse a flote y no ser derrotada por el fantasma de la pobreza. La pobreza cultural, ética, moral, y obviamente financiera. Porque decir que en Colombia hay ‘coleccionismo’ de arte es mentir más que piadosamente. Aún si se hacen esfuerzos por informar y concientizar a quienes tienen los recursos, esta práctica sigue siendo casi desconocida. El arte y su venta es aún un misterio. No existen ni mecenas ni marchantes, y las obras de arte son propiedades que a los ojos de todos no son sino objetos suntuarios. Porque para el pequeño burgués promedio es mejor hacerse a un automóvil de lujo, un televisor de pantalla plana o un ‘juguete electrónico’ inútil, que a una pieza de arte contemporáneo que le pueda cambiar la vida de forma sublime. Me pregunto entonces si ahora le llamaremos Segundo nivel y si la letra que invertirán por un número será la S. Tal vez por un 2…

Tenía acumuladas esas palabritas en mi garganta. Como un manojo de pequeñas bolas de pelo que te estrangulan las paredes del esófago. Como máximas que se pelean por ser escritas en alguna bitácora virtual.



En esta ocasión, dichos balbuceos críticos, son el abrebocas para hablar de la exposición actual de Cuarto Nivel. Esta hace parte del ya tradicional y extenso festival internacional de fotografía que cobija a nuestra ciudad: ‘Fotología 6’.



Daniela Edburg y su selección de fotos tituladas Drop Dead Gorgeous me sorprendieron gratamente. La primera imagen que tuve la fortuna de contemplar fue una maravillosa escena en un piso de estilo ‘vetusto’ o desgastado, similar al de una habitación estudiantil parisina de Ménilmontant, en dónde una chica muy hermosa, de facciones finas y vestida de sastre, lucha por su tenue vida mientras una horda de furiosas cáscaras de banano la atacan y sobrevuelan el espacio. Una toma sumamente poética que me recordó la clásica escena de la película birds de Alfred Hitchock. Y así sucesivamente desfilaron ante mí una serie de puestas en escena surrealistas y fantásticamente absurdas, de cuya técnica resalto un retoque digital muy sobrio en el que se añade contraste, se acentúa el color y se saturan los niveles de negro. También destaco el paisaje en el que una joven corre despavorida con un dulce rosado en su mano, por la evidente amenaza de un ciclón algodonado de proporciones bíblicas.





Aparece de nuevo un discurso sobre el consumismo, que en este caso no veo tanto como una crítica sino como una anotación poética de lo que somos hoy en día. Como un retrato alegre y jovial de nuestra realidad, muy similar a la apuesta de la película francesa Amélie. Incluso en los colores. Algún crítico de estatus medio diría que se trata de otra serie de fotografías POP. Pero ese término me tiene absolutamente exhausta. No podría estar más desgastado y ser más anacrónico. Hablo de la palabra. De la expresión. Del supuesto movimiento que ha hecho mella en todo el mundo desde los años 60. No de las obras que califican como tal. Por ello quisiera en mi vocabulario contemporáneo, darle muerte a esa expresión. Porque utilizar colores vivos, o traer referencias innobles, no burguesas, ajenas a lo artístico, no significa necesariamente, como en una formula matemática, que estemos ante otra obra POP. Ya es hora de que haya seriedad al respecto y se entienda que estamos en otra época, en otro contexto, en otra situación y que como tal no podemos seguir ‘embutiendo’ irresponsablemente todo, en la misma lata de sopa.

Ya no utilizaré más ese termino. Lo he sepultado para siempre en el cementerio para vocabulario difunto. Hablaré de arte LIGERO. Aclarando que ligero no es ‘peyorativo’, ni se refiere a falta de profundidad, sino que precisamente se adapta como expresión irónica a las propuestas que proponen una estética vistosa, alegre, humorística, etcétera, para esconder un contenido bien sea crítico, mordaz, fantástico, soñador o romántico. Es ese el verdadero significado de dichas propuestas que se ‘pordebajean’ a POP ART. Habrán así mismo acepciones dependiendo del medio de expresión ya que es diferente si son propuestas pictóricas, fotográficas o audiovisuales e idéntico para los diversos temas. La idea es empezar a desmembrar y clasificar todas las raíces, ramas, hojas y flores que se esconden detrás de ese gran bulto. Porque a partir de los años setenta en nuestro país los referentes cambiaron para adaptarse a la cultura del entretenimiento, pero no por eso son una misma cosa. De ahí la importancia de encontrar matices dentro de ese arte que yo llamo LIGERO (Light).