22 abril, 2009

Convenio Andrés Bello / Soportes anatómicos

A veces temo entrar al convenio Andrés Bello ya que es de esos lugares que como el Museo de Arte Contemporáneo muestra desde lo peor hasta lo mejor. Y es que cuando veo algo malo de seguro me vendrá una época de depresión profunda y de maldecir el arte por lograr generarme tales sensaciones.

Lo bueno es que este año no me había ido para nada mal. Asistí a la exposición de Edward Moreno y salí encantada. Ya había visto una de esas piezas en el 2do Salón Bidimensional y me resultaron muy sugerentes en términos plásticos. De hecho cada día valoro más el trabajo de este artista. Impecable la obra ganadora del salón del fuego y aquel video burlón del Botero del 2007.

Y bien, en una tarde soleada de la semana pasada, decidí volver con el mismo sustillo palpitante en el estómago. Y Oh Sorpresa! De nuevo buena obra. Esta vez se trataba de tres series fotográficas del artista Javier Vanegas, de impecable factura, con un trabajo de laboratorio delirante y en tres casos específicos, con un sutil humor juvenil y fresco que compensaba lo pesado del resto. De lejos se nota que hay un trabajo serio y comprometido con la imagen fotográfica y un interés por ahondar en nuevas interpretaciones y significados en cuanto a los soportes. Experimentación, ironía y un juicio hacia lo sexual y pasional se combinaban de forma armoniosa en esta muestra individual.





Lamentable sin embargo lo maltratado de las paredes y el espacio expositivo. Chorriones, manchas, marcas de chasos, grietas, parches e incluso el piso de madera levantado me parecieron imperdonables de parte de los organizadores. No sé si esto sea función del convenio o de la Fundación de jóvenes artistas, pero me parece injusto, irrespetuoso, maleducado y muy poco profesional con una obra que además, a diferencia del espacio, no tiene ni un solo error. Marcos perfectos, ampliaciones increíblemente pulcras, papel templado a la perfección. Si una sola persona se toma el tiempo de hacer eso porque no una institución se mete la mano al bolsillo y la saca para darle una manito de pintura y resane a cuatro insignificantes paredes.

2do Concurso de arte joven Colsanitas



Hace un año la compañía de Salud Colsanitas inauguró, con la timidez de quien se enfrenta al exageradamente crítico y político mundo del arte, su primer salón de arte joven. Alrededor de 30 obras fueron exhibidas en las desgastadas instalaciones de la sede cultural de la universidad de Salamanca. Un evento que dejó entrever cierta falta de experiencia, pero que sin embargo sirvió de vitrina a jóvenes talentos para mostrar y vender sus obras bajo condiciones razonables dentro de lo que propone el medio y el mercado. Un esfuerzo valioso del cual hoy día admiro la cautela y bajo perfil con que lo asumieron las directivas de esta institución.

Este año, ya con un mayor conocimiento del tema y dadas las exigencias, la exposición estuvo más selectiva (20 artistas) y se realizó en una de las galerías más ‘fifis’ de la ciudad, como lo es La Cometa, dirigida por Esteban Jaramillo desde hace 20 años. Según dicen los mismos organizadores pasaron de tener 250 obras inscritas a casi 500. Lo cual me permite ver que a paso lento pero seguro, este podría convertirse en un concurso importante dentro de la agenda cultural de nuestra ciudad, al igual que lo han sido el BBVA, el salón de arte joven del Mambo o el del club El Nogal. Distinto parece ser el caso del Premio Fernando Botero que con un primer premio exagerado y exorbitante dado el contexto, parece diluirse luego de sus primeras cuatro versiones. Tal vez sea por ese talante un tanto ‘Narco’ (100 millones), o por las mil y un críticas que recibe su directora y querida colega Maria Elvira Pardo, por sus aires de ‘malaclase’ y poco carisma. Supongo que la odian tanto como a mí.

Pero volviendo al tema, sentí que el salón de arte joven de Colsanitas poco a poco puede consolidarse. Vi obras atractivas: unas mulas miniaturas que cargaban pequeños tesoros dentro de un cajoncito de juguete, unos dibujos de bitácora hechos a lápiz y en dónde siempre sobresalía el sweter en color naranja o un plano cerrado de un encuadre muy ‘newyorquino’. Esto sumado a ciertos nombres que ya he visto antes y de quienes aprecio su obra, como Lía García, Camila Echeverría, Alejandro Sánchez, Eduardo Alarcón o Gonzalo Fuenmayor. Mucha variedad de medios, nombres nuevos y obras vendidas. Lo que me hace pensar que hubo un acercamiento con compradores reales y pseudo-coleccionistas que encuentran en estas muestras una potencial inversión. La obra ganadora y en especial la tipografía la detesté, aunque reconozco que el trabajo técnico para llegar a un dibujo que simula la textura de videos como los de José Alejandro Restrepo, por ejemplo, debe ser sumamente difícil de realizar.



Pero mi verdadero ‘pero’ tiene que ver con el poco tiempo de duración (sólo tres días) y con lo apretujado del montaje. Lo digo sobre todo por las obras que quedan relegadas al pasillo, la recepción o la entrada, en donde nadie las ve. Supongo que el calendario de la Galería no permite utilizar el segundo piso, ni programar más días de visitas.