En el mundo del arte bogotano hay una manía muy clásica: llevar la contraria. A todo certamen le sale un homónimo, toda exhibición tiene su competencia, y de cada espacio hacen una muestra alterna. Generalmente sin razón real de ser. En el caso de las ferias tampoco se pudo evitar ese evidente tic maniaco de parte de Jairo Valenzuela cuando decidió abrir la Otra. La otra qué? Preguntan muchos en las calles.
Una feria internacional de arte contemporáneo que pasó de ser amante de las tinieblas a ser una chica concreta. Una propuesta arriesgada con 6 de las más auténticas galerías nacionales y una decena de extranjeras. Una dama con mucha clase que se puso su vestimenta no tradicional para recibir a una gran cantidad de gente en su inauguración y otro tanto en el resto de días que se estuvo exhibiendo en la antigua litografía Antares Ramírez en el barrio Bosque izquierdo.
Debo decir que en su segundo año me cautivó aún más que en el primero. Abriendo con una sencilla pero contundente muestra de las obras adquiridas recientemente por el BBVA en el marco de su salón de arte joven, y cerrando con la espectacular vista de Bogotá, en el costado sur occidental del edificio en dónde un bar denominado matik matik ponía relajadas melodías y ofrecía diferentes bebidas alicoradas. Muy al estilo de LA OTRA.
En general el ambiente cumple totalmente las expectativas de un público cansado de la tradicional curaduría moderna y de la barrera artificial de un montaje pomposo. Ideas originales para exhibir revistas y montar unos baños efímeros dan cuenta del esfuerzo por marcar tendencias y permanecer al día. Así mismo hubo intervenciones in-situ de gran nivel, en especial aquellas piernas saltando sobre unos colchones en el recoveco de debajo de las escaleras principales.
El piso destinado a las galerías estuvo constantemente transitado. La Galería al cuadrado propuso un espacio cubierto en su totalidad por enormes piezas acrílicas negras enmarcadas con una moldura del mismo color. El motivo: la panorámica nocturna que se visualiza desde los aviones a la llegada a un aeropuerto. Interesante montaje. El garaje y La Cometa mostraron a los artistas más jóvenes. La Cometa con tal vez las más atractivas piezas de toda la feria. Unos inteligentes dibujos de César del valle y las mini-instalaciones pictóricas de Nadir Figueroa. No tengo reparos en su contra. Supieron elegir, permanecer contemporáneos y vender. Felicitaciones para Jaramillo. El garaje por su parte atestó de obras su stand, lo que hizo supremamente difícil percibir una postura clara en cuanto a su propuesta de exhibición. Sin embargo cinco de sus artistas me llamaron bastante la atención. Las miniaturas de Lía García quien recientemente se hizo al segundo premio del club el Nogal, la reflexión de Belén Cantoni frente al rol de la mujer (muy al estilo de Louise Bourgeois) gracias a unos dibujos en tinta y ecolines, unas fotos polaroids en diversos medios de Daniel Salamanca, los retratos a la antigua de Carlos Mario Giraldo y los trapesistas de Aníbal Maldonado a quien veo exponer en todos los concursos de arte joven. Fatales unas pinturas ‘sado’ en un óleo brillantemente ensuciado y unas esculturas en alambre con estética de artesanía ‘hippie’. La Valenzuela y Klenner trasteó las obras de Nelson Vergara, de quien ya hablé bastante bien en un artículo anterior. Junto a ello, variadas propuestas poco atractivas, como los manuscritos de Milena Bonilla o los bodegones forrados en joyas de fantasía y queriendo hacer una cita a Damien Hirst. Se salvan las increíbles piezas de Nicolás Paris, que a pesar de no ser recientes siguen teniendo un atractivo muy particular así como los juegos tipográficos de Sandra Bermúdez (en especial la palabra PUTA). Pero hablar mal de esta galería sería injusto. El esfuerzo fue titánico y los resultados muy eficaces: armar una feria, llevar compradores y proponer un espacio. Decepcionante la muestra de Casas Reigner quienes al parecer no supieron adaptarse a este espacio y pensaron que con sacar de su bodega un par de trastos viejos y un holograma chino pasarían desapercibidos. Creo que en este caso pecaron de extremadamente contemporáneos, conceptuales y experimentales sin realmente serlo y teniendo una nutrida lista de pesos pesados. Idéntico pasó con Pascall que no mostró más que inocentes chistes flojos que no dan ni para ser entregas de alguna clase de arte conceptual en una universidad mediocre. Hablo en particular de las vistas juguetonas sobre ciudades, de las ilustraciones vectoriales representando famosos ‘stills’ de las más obvias películas y de los mal acabados objetos en cartón simulando los impecables facsímiles de Mateo López. Del exterior me quedo con la refrescante muestra gráfica de harto_espacio de Uruguay, con Kiosco de Bolivia por sus ilustraciones (unas en acuarela y otras en tinta) y los objetos instalación dónde se describen cuadros y se ridiculizan los sentimientos y sensaciones del ser humano. También disfruté la versión copia contemporánea y local de Fluxus por parte de otra galería extranjera de la que no recuerdo el nombre.
Del último piso no quiero hablar. Porque tengo pereza. Estoy en ese periodo y el frío me tiene un poco indispuesta.
Aparte de eso y luego de una larga charla telefónica con uno de los organizadores supe de lamentables robos (un par de obras y un video-beam). Error de logística pero sobre todo un llamado de atención para esta sociedad insulsa que no escatima oportunidad para sacar provecho de cualquier situación.