22 junio, 2009

5 muestras de pintura

Al parecer y como para no quedarse atrás, la pintura toma otro gran impulso y nos da poderosos alientos de vida. Increíblemente, a manera de crimen no-organizado, sin directores de por medio o grandes maquinarias, los colores, las formas, los pinceles y los lienzos se abren su propio espacio entre junglas de nuevas tecnologías, instalaciones, video-arte y numerosas acciones. Y en eso creo, los colombianos tenemos una tradición inigualable. Eso, y que el mercado del arte local ve en ello su principal sustento. De ahí que sean las galerías las que se echen al hombro a los maestros de este oficio. Para la muestra cinco botones.

Una frágil conspiración en la Galería El Museo.
Marco Mojica es tal vez, por delante de Juan y Santiago Cárdenas, el mejor pintor de la escena nacional. Sus narraciones y apropiaciones cargadas de ironía aún me dejan atónita, me devuelven el alma al cuerpo y logran generarme una sonrisa pícara. Incluso quiero siempre quedarme más tiempo en sus inauguraciones. Cada día la pincelada es más limpia y su manejo de los efectos resulta sobrio y apropiado. Además de ser un joven despreocupado, sincero y con una autodisciplina evidente. Felicitaciones.




Oro
Pedro Ruiz presenta una obra preciosista minuciosamente pintada con laminilla de oro y exhibida por medio de un montaje espectacular y poco convencional a la hora de ver pintura contemporánea. Lo hace tomando prestada la museografía del museo del oro pero dándole un toque personal evidenciado por unas lupas que permiten detallar cada obra a la minucia. Contemplarlas fue un deleite personal. En cuanto al lugar, el Seminario mayor me pareció el sitio ideal para rescatar toda la puesta en escena y la metáfora de tesoro que trae consigo la propuesta. En Arte Consultores, aunque más modesto también lucía muy interesante. En pocas palabras, me encanta que alguien logre retomar la exuberancia, el exotismo y los rasgos culturales y naturales de nuestro país, sin convertirlo en una obra costumbrista, manierista y más ligada a la artesanía que al arte (Sin que nada tenga yo contra la artesanía). Y Ruiz, ahora con La cometa y no con Casas Riegner parece ser el único que lo logra.




Entre líneas. De una colección, tres colecciones
Elsa Zambrano presenta una obra contemplativa, con una mirada más que objetiva sobre la colección. Imágenes neutras y cálidas que dejan entrever otra serie de íconos claros de la cultura occidental enfrentados con uno que otro de la cultural oriental que llega a occidente. El montaje es sencillo. Aunque destaco la habilitación del callejón de detrás de la escalera. Es una exposición plana pero bonita. Como la animación, puntual, que no cambiará al mundo pero que muchos disfrutarán.




Cuatro proyectos
Todo tiempo pasado fue mejor
Más jóvenes e igual de talentosos están Carlos Mario Giraldo con una reflexión sobre los personajes de épocas anteriores y una pintura fresca que simula a la perfección los detalles de la fotografía antigua. Un trabajo meticuloso, largo, con mucho oficio, que destaca la pintura y nos hace pensar si de veras el tiempo pasado fue mejor. Yo particularmente creo que no. Pero la propuesta puso en mi la duda. Y Alejandro Sánchez, joven exalumno y digno representante de la Asab, recurre a la misma idea de resignificar imágenes de Mojica pero con un toque distinto. Lleno de fuerza, con impacto, menos minimalista pero con una carga simbólica igual de fuerte. Otro maestro que domina los degradados al óleo y un modelado que me hace pensar en el 3D (imeagenes similares a las de Juan Francisco Casas - Galería Pradilla). Resulta además el ejemplo perfecto de los referentes que tienen a su disposición los jóvenes hoy en día. Imágenes, imágenes, imágenes y mas imágenes. Internet, televisión, cine, revistas, periódicos e impresos se conjugan en esta obra joven que desafía los límites de una pintura por la pintura o una pintura por una reflexión. El tiempo dirá quien gana la batalla.

21 junio, 2009

Fotográfica 2009

Hace unos años, bastantes de hecho, cuando estudiaba mi maestría en Londres, fui de visita a Paris para encontrarme con unos muy buenos amigos, compañeros y compañeras de adolescencia. Justo en ese paseo, en alguna fiesta hipster cerca del Marais, me presentaron a Gilma Suárez, una chica colombiana mayor que yo pero igual de interesada en el arte. No fue una conversación muy larga pero sin embargo intercambiamos ciertos comentarios pseudo-intelectuales típicos. Cada una con sus propios intereses, con su visión al respecto, y seguras de querer en algún punto volver a Colombia y poner en práctica todo lo que estábamos aprendiendo. Supongo que la pasión y los sueños del futuro era lo que nos mantenía vivas mientras nos embriagábamos de copas y cigarrillos junto a la bohemia de la época.



Hoy, con años encima de madurez, las cosas han cambiado. El mundo ha cambiado. El arte ha evolucionado. La cultura también. Y bien, Gilma ha logrado llevar a cabo, gracias al apoyo de instituciones, academias y de la empresa privada, su magno evento de fotografía en Bogotá, Fotográfica, el evento de carácter bienal que ya cumple su tercera versión. Una idea que surgió del afán por encontrar un espacio de exhibición, difusión y gestión de la fotografía en Colombia y el interés por acercar a un público pasmado, lo más importante de la fotografía mundial. Un esfuerzo titánico que empieza a dar grandes frutos. No sabría a ciencia cierta si es por una inigualable y sincera capacidad para la gestión o un envidiable manejo de las relaciones públicas y el Networking. Porque a veces hacen más las ganas de dominar la escena artística o que simplemente te vanaglorien como heroína cultural, que la pasión profesional y el sueño juvenil de hacer las cosas bien. Esto, aún si hay que librar una detestable y desgastante guerra de egos y pugnas. El caso es que se ha logrado y cada día es evidente lo alto de su nivel. Y supongo que el crédito no debe ser sólo para la directora sino también para toda la gente que la ha acompañado y la ha rodeado haciendo el trabajo tras bambalinas. Enhorabuena.

Hablando de la obra como tal, debo decir que vi montajes muy pulcros (detalles muy bien resueltos en la Alzate y en en el CCGGM), unos riesgos de museografía y curaduría bastante acertados con la inserción de fotografía contemporánea en La iglesia de palacio y en el museo Colonial (mejor lo de la Iglesia) y pesos pesados en vivo y en directo para todos los bogotanos (genial lo de la nueveochenta y de lujo los invitados del Mambo, Nan Goldin entre ellos). Lamentable el aporte colombiano de vacas sagradas en la planta baja del Mambo que lucían muy en desventaja y casi paupérrimos en comparación del resto. Temo que fuera cuestión de nivel profesional, herramientas y recursos de parte de nuestros más reconocidos fotógrafos, que se vieron arrasados por un Mapplethorpe en igualdad de condiciones. En todo caso Bogotá se vio invadida de cabo a rabo por los laberintos del rostro y los paisajes de la conciencia, y eso me pone muy feliz. Aunque temo que cada vez más empieza a rivalizar con fotología, no solo por el hecho de confundir a los espectadores, sino porque el enfoque tiende poco a poco a ser el mismo, aún si no era la intención. En todo caso la barra se ha puesto alta y eso no lo imaginábamos cuando nos divertíamos en Paris.

15 junio, 2009

No más chicha.



Eran las tres de la tarde de un sábado más. Había almorzado en familia con mis dos hijos, mi esposo y una prima que había llegado hacía un par de noches de Buenos aires. Nos sentamos a la mesa a comer desprevenidamente mientras nos contamos una enorme cantidad de anécdotas y recuerdos de infancia. Es extraño pensar en el paso del tiempo. Es tan inconsciente, tan fugaz e impredecible que de pronto te encuentras en una vida que tal vez soñaste, o no, pero igual, sin mucha oportunidad de dar vuelta atrás.

Convencí a mi marido y a Mariana de ir a visitar la muestra de la Galería AL cuadrado. Tuve obviamente que explicarles rápidamente porqué se hacía en la zona industrial y en que consistía la propuesta curatorial itinerante de Juan Gallo y Gloria Saldarriaga.

El arrivo a una zona que no se frecuenta cotidianamente siempre se presenta como una experiencia bizarra, a veces gratificante, a veces deprimente. En este caso no fue ni lo uno ni lo otro. Sólo seguimos las indicaciones hasta llegar a un enorme parqueadero poblado de una veintena de automóviles, una olvidada edificación con cuatro torres que apuntaban hacia el cielo y otras deterioradas ruinas de fábrica.

A pesar de llegar un tanto tarde aún había gente. Siempre esa mezcla entre parejas recién casadas provenientes de familias pudientes, los jóvenes desgarbados y una que otra persona de edad. Todos mimetizados con artistas, curadores y personalidades del medio. Nos escabullimos astutamente para evitar los saludos forzados y las charlas innecesarias de menos de diez segundos.

En principio la propuesta de Beatriz López, curadora invitada, se diluye un poco ante lo demasiado laberíntico de esta construcción moderna que aunque estaba justificada confundía un poco, por lo oscuro del recinto y la poca información que se tiene al llegar. Como zombies en puntitas fuimos recorriendo los diferentes espacios que se nos presentaban en las tinieblas. En total cuatro fondos de chimenea y una gruta eran las salas por explorar. Lamentablemente nos perdimos el performance de Maria José Arjona.

Por su parte Jaime ávila recreaba una escena que me remitió a esos tiempos infames de trabajo en las minas descritos mejor que nadie por Emile Zola en su obra maestra Germinal. Unos muñequillos colgando y haciendo el trabajo sucio con que nació la modernidad. La manufactura de las piezas me resultó demasiado ingenua para la magnitud o estatus del artista. La idea es interesante, comunica y habla pero el trabajo plástico se queda supremamente corto.



El bar recreado por León de la Parra (noa noa) carece de imaginación. Se queda en la representación tridimensional de un bar clásico similar al Caney del Tamarindo pero sin ningún tipo de mirada crítica al respecto o adecuación para generar una lectura más allá de la anécdota. Aunque a mi esposo se le iluminaron los ojos ante la posibilidad de revivir sus tardes de ocio con los amigos cuando eran universitarios y llenaban las mesas de las tiendas cercanas a las aulas.



Por el otro lado Miguel Ángel Rojas y Regina Silveira me atraparon mucho más con dos puestas en escena más poéticas que las anteriores. Por ejemplo mirar al cielo ante la escalera de Rojas me generó una sensación de vacío ante la posibilidad del progreso. Hubiera hecho más evidente la laminilla de oro ya que no brillaba del todo. Y el video de Silveira era contemplativo, poético y nostálgico. Tal vez proyectado demasiado convencionalmente para las enormes posibilidades que brindaba el espacio.



Esa fue otra tarde más de un sábado de mi vida. Siento que es una galería que se ha vuelto intocable por los pesos pesados que maneja. Sin embargo temo que ante la comodidad de hacer parte de este grupo, los artistas se queden en propuestas un tanto flojas. Al parecer ya no piensan en el delirio del fracaso o en la enorme responsabilidad de continuar con un proyecto que ya no lo argumenta solamente la novedad y el riesgo.
Hay que llevar las cosas al límite siempre. No perder la capacidad de asombrarse y asombrar.