15 abril, 2010

Horror Vacui?



Para mí los títulos de las exposiciones son tan importantes como las obras que se cuelgan en ella. Es ahí, en esas pequeñas palabras tarareadas que se resume, de manera sutil pero diciente, lo que el espectador está próximo a ver, a sentir y a percibir. En el caso de Horror Vacui creo que Silvia Suárez, su curadora u organizadora, pecó de inocente y confundió de manera evidente lo que su título pretendía decir. Cito de Wikipedia: “La expresión latina horror vacui (literalmente ‘miedo al vacío’) se emplea en la historia del arte, especialmente en crítica de la pintura, para describir el relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen”.
Hablamos entonces de recargar el espacio sin razón, por un miedo al blanco, al vacío y a la limpieza de un plano o soporte. Entrarían en esta clasificación el arte rococó, kitsh, art decó, barroco y otras expresiones en las que se recarga con elementos cualquier imagen u obra. Y si algo tienen de particular los tres excelentes dibujantes que presenta L.A. Galería para esta exposición, es precisamente la valentía de dejar mucho blanco, la valentía de que sus dibujos respiren, la valentía de asumir la sencillez del dibujo y la valentía de apelar al detalle minucioso y no al decoro excesivo sin razón. Incluso en los humos de Andrés Felipe Guerrero que aunque llenan caprichosamente el espacio con grafito, invitan a la liberación y al entendimiento de otra dimensión. La del trazo, la de la línea, la de la mancha, la del punto, la de las sombras y la de las luces. Pero miedo al vacío sí que no le tienen este trío de jóvenes que presentan una bellísima exposición ambientada con una luz lúgubre, no habitual, y tres formas de dibujar distintas, pero que se complementan para hablar de un oficio que está muy de moda en nuestro país. Los temas: la feminidad vista en objetos, los equilibrios y pesos del cuerpo y las ondas expansivas. Los dibujos en la pared son algo ya visto que sin embargo puede ser aprovechado a futuro de una mejor forma y así marcar la diferencia. La invitación no me invitaba a ir.

Friends



Hasta esta semana se realizó en la galería La Cometa una exposición curada por el artista plástico y ahora curador Franklin Aguirre, un personaje que se ha movido inteligentemente por los distintos escenarios del ecosistema artístico local: la creación, la gestión, la academia, etc… , y siempre, con un halo de sarcasmo e ironía detrás de sus gafas. En este caso, en un acto de rebeldía, de crítica y de denuncia, seleccionó y presentó únicamente a sus amigos artistas.

Y como en la vida, en la que hay malos, regulares, buenos y maravillosos amigos, acá pasaba un poco lo mismo. Habían obras increíbles y obras no tan satisfactorias. De todo un poco en una muestra que pone sobre el papel, de forma graciosa, aunque no debería serlo, un tema escabroso, que tiene que ver con las preferencias, los favores y las roscas. Un problema que malversa muchas veces la objetividad de lo que se ve y de los artistas que sobresalen.

En este caso Aguirre lo hace evidente y lo encamina hacia un ejercicio de compañerismo y solidaridad con sus colegas, pero insisto, poniendo en escena y en el ojo del huracán algo que termina pasando en el circuito de arte nacional, y es que se siente a veces ese mismo sabor amargo de la política, en la que los cargos no se otorgan por meritocracia sino por sesgos e intereses particulares. Y ese monopolio, en el área cultural, es igual de grave que en cualquier otro campo. Se convierte poco a poco en un problema para avanzar y para brindar las garantías y los estímulos a todo el que trabaja pacientemente y con inspiración. Ojo.

05 abril, 2010

Espejito, espejito



Muy cerca a mi casa, en el barrio quinta Camacho, adyacente a la opulante pero deliciosa zona G (donde se ubican dos de mis restaurante favoritos: Emilia Romagna y Rafael) se esconde una pequeña galería con un sugestivo nombre para los amantes de los dobles sentidos: 69. Un pequeño pero acogedor local que poco se destaca en el circuito, y en el sector (por estar junto a edificios residenciales), pero que sin embargo una de tres veces, presenta proyectos interesantes. Del que voy a hablar probablemente pasó desapercibido por muchos, pero para las señoritas en cuestión, creo que fue una experiencia enriquecedora. Lástima que haya durado tan poco porque no les permite ni a las participantes, ni a los socios de la galería, tener la visibilidad necesaria para que no se vuelvan exposiciones efímeras. Cinco días (de los cuales uno no abren) no son ni medianamente suficientes y desgastan más de la cuenta.

Hablo específicamente del proyecto Amparito, que presentaba su exposición “espejito, espejito”. Un nombre que se apropia de esa clásica escena de Blanca nieves en la que la bruja malvada, la Lolita Franco de Disney, se vanagloria frente a un espejo parlante al que obliga a decir mentiras. Una metáfora bellísima de la vanidad y el ego desmedido.
Así que haciendo alusión a esto, este colectivo femenino anónimo que pretende continuar con 4 curadurías más en el año, convocó a más de 20 chicas jóvenes a hacer una reflexión sobre sí mismas y su posición como nietas. Lo más lindo del asunto es que todas participaron bajo pseudónimo y en honor a las abuelas, que es lo que une el proyecto.

Y aunque muchas no suenan todavía en el medio, demostraron tener una gran cantidad de cosas bonitas que decir. Se exacerba el feminismo y se rescata lo valioso del formato pequeño. En general “cositeras” y “curiosas”, todas me hicieron recordar los primeros trabajos de dibujo que hicimos con Lucía y Antonela, recién salidas de la U. Detalles íntimos, recuerdos nostálgicos, detallismo y oficio, son las características que cosen esta carpeta de croché artístico que se tejió de manera independiente. Un intento valioso por desentrañar las cosas que como madres, y con suerte como abuelas, queremos expresar. Una muestra que sin redundancias, ni efectos maquilladores, logró generarme una sensación tibia de melancolía, y hacer que la incluyera en mi bitácora de breves palabras escritas.

Lo mejor estuvo a cargo de Catalina López, Lorenza Vargas, Alejandra Hernández, La peluquería, Marcela Varela y Maria Cecilia Amaya.









Variaciones/Johanna Calle

Que tire la primera piedra, o mejor, la primera letra, el que no le aburra, después de años de repetición sistemática, la escritura dibujada y los ejercicios manuscritos de Johanna Calle. Es decir, si fuera la primera vez que yo veo el trabajo de Johanna, a quien quiero mucho, me parecería todo maravilloso. Cada hoja de papel respira de manera solitaria. Sus dibujos son bellísimos porque tienen una pacífica armonía y transmiten paciencia y paz. Mucha paz. A tal punto que cada composición es perfectamente pensada, cada trazo impecablemente resuelto y la factura impecable. Pero lamentablemente para mí, no es la primera vez que lo veo. Y a pesar de que cambian los formatos y los motivos, siente uno como si todo aquel paisaje de letras negras sobre desérticos fondos blancos ya los hubiera visto una y otra vez.

Mi consejo para el que nunca lo ha visto, es que vaya corriendo a verlo. Pero al que ya lo ha visto, no hay tanta necesidad de volver. Y es que esa fue una de mis razones para abandonar la creación y dedicarme a la crítica. Porque si hacer arte y tener éxito con ello implicaba hacer lo mismo toda la vida, claramente no quería hacer arte. Al menos no en esta vida. Prefería ser ama de casa o gestora cultural.

Porque para mí cada momento amerita una novedad, un desarrollo y una evolución. Y más en el arte contemporáneo, en donde el claustrofóbico concepto del estilo fue revaluado y mandado a recoger. Hay que aprovechar. Aprovechar más allá de las ventas, más allá de los prejuicios y más allá de los miedos. Insisto, la obra de Calle es bellísima. Me satisface, me gusta, me place pero me aburre. Estará eso bien? Irónicamente la muestra se titula "variaciones".

A continuación las piezas más arriegadas: